Bueno, estoy tan feliz que hasta de a dos entradas en un día. Pero creo que lo vale. Hace casi dos horas que llegamos de ver a nuestros ángeles. Son preciosos los dos. Cuando llegamos nos identificamos con nuestra credencial del IFE, luego nos hicieron esperar un rato, minutos, pero para mi pasaron tan lentamente que me sentía sudorosa de los nervios... Además que me cargo una gripe que es parte contagio y parte de nervios.
Por fin llegó el encargado del centro y nos llevó a su oficina, nos felicitó y nos explicó cómo se va a llevar esta parte "del embarazo" que es como así le llaman al tiempo de acoplamiento.
Nos dio indicaciones, hicimos preguntas y luego de una conversación de unos 15 minutos nos llevó a la sala de juegos, ahí nos dijo que por ser fin de semana largo podremos llevarlos con nosotros sábado, domingo y lunes de 9:00 de la mañana a 2:00 de la tarde, que será para acomplarnos y que los lleváramos a casa para que comenzaran a familiarizarse con su ambiente.
Yo sentía mariposas en el estómago de los nervios, la emoción... mi ilusión estaba tan cerca de hacerse tangente, de tener rostro, bueno, rostros.
Unos minutos, tocan la puerta y entran dos preciosuras de niños. Entraron y se mostraron tímidos, apenas sonrieron. Estábamos los cuatro en un cuarto de juegos, los cuatro nerviosos y Pedro y yo emocionados casi hasta las lágrimas, pero las contuvimos.
Comenzamos a hablar y ellos sólo asentían, fuimos con cautela para ganarnos su confianza, les conté un cuento, corto para saber algunas cosas básicas de ellos sobre lo que les gusta.
Luego tomamos el tema del futbol y ¡maravilla!, el milagro se hizo.
Como remolinos comenzaron a jugar, Pedro de portero y Aarón y yo tirando "penales", Adán seguía tímido sentado en un sofá. De pronto dice: "Quiero jugar a las escondidas" y ahi va Pedro a jugar con él.
Tomé el papel de portera y Aarón metía goles sin parar, yo lo festejaba con aplausos y diciéndole que era un gran jugador.
Por fin rompió el hielo y me dijo: "tú tiras de cabeza", y le dije "sí, pero dime mamá", porque esa fue una de las indicaciones del psicólogo para ir, desde un principio definiendo los roles y marcando los límites.
Sentí tan bonito cuando me dice, al instante "sí, tú tiras de cabeza mamá", así sin más, sin problema. Dios!, fue como si las puertas del cielo se abrieran. Por primera vez escuchar esa palabra me hizo temblar de emoción.
Nos preguntaron si los llevaríamos a casa, les dijimos que sí pero que hasta mañana, nos preguntaron si teniamos juguetes y pues la verdad es que no, pero les comentamos que por el momento no había, pero que con su llegada poco a poco iriamos teniendo juguetes que serían de ellos.
Se emocionaron, nos platicaron de sus películas favoritas que las quieren ver con nosotros, que quieren comer palomitas, galletas y refresco.
Pasaba el tiempo y llegó la hora de que fueran a cenar, nos pidieron que no nos fuéramos, que los esperáramos y les dijimos que si.
Sentada en el sofá los miraba mientras comían y Aarón volteaba a cada rato para vernos y nos sonreía, fue el que terminó más rápido y llegó corriendo a seguir jugando, Adán se tardó más platicando con un compañerito; luego llegó y a jugar otra vez.
Mientras jugábamos con carritos y muñecos de personajes de películas nos preguntaron varias veces si ya nos ibamos a ir, les deciamos que no, o que si ya querían que nos fuéramos y al unísono nos decían: "no".
Jugamos por más de dos horas y por fin nos tuvimos que despedir, nos preguntaron si iriamos por ellos al día siguiente, Adán nos dijo: "Ya tengo mi maleta hecha".
Les dijimos que mañana, que saldiramos un rato a casa y que luego volveríamos a ese lugar donde están, pero que el domingo y el lunes volveriamos por ellos nuevamente para ir a casa y los demás días acudiriamos con ellos sin falta para verlos.
Jugando, Aarón se "machucó" un dedo, comenzó a llorar, le quité el juguete que lo lastimó y le dije que si quería que mamá lo cargara, me dijo que sí y se aferró a mi.
Sentir su cuerpecito pegado al mío alivió tantas penas pasadas, angustias, incertidumbre, lágimas derramadas.
Después de un rato de mimos volvió a jugar con su papá y su hermano.
Al despedirnos, Adán nos preguntó si "mañana sería así de poquito" (señalando con sus deditos un espacio pequeño), le dije que sí, que se dormirían y que cuando despertaran de rato llegariamos por ellos, a las 9 en punto.
Salimos emocionados, con una felicidad que no he sentido nunca antes. Mis hijos duermen hoy lejos de mí, pero falta tan poco para que estén a nuestro lado... tan poco que no me importa tener gripa, nome importa madrugar, no me importa nada, solo verlos y tenerlos a mi lado por esas horas que serán oro para mi.
Mis hijos... que bello se lee y se escucha, pero más bello se siente ser, por fin, mamá.
*Foto tomada de la red