Hijo te Amamos

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sábado, 14 de noviembre de 2015

Adiós a la Niña y Cumpleaños

Cuando iniciamos el proceso para adoptar a nuestra hija, todas las ilusiones estaban puestas en eso. Queríamos una familia "grande", tal vez porque los dos venimos de familias así. En mi caso fuimos nueve hermanos y en la de Pedro son siete.

Claro que no aspirábamos a algo así, ni que fuéramos Angelina Jolie y Brad Pitt para tener tanta $$$uerte y nos soltaran a los hijos así de fácil.

En México no existe la posibilidad de adoptar niños de otros países, los extranjeros sí que pueden venir por los mexicanos, pero a la inversa no se puede. Así que las cosas se complican cuando vas al DIF y dices que quieres una familia numerosa.

Hay que aclarar que con el actual gobernador, en nuestro estado, las adopciones fueron muchas y hasta cierto punto rápidas. Sin embargo, la hermanita no pudo llegar no por cosas de burocracia o por falta de ganas de parte de los padres, sino porque nuestros niños están demasiado acoplados entre ellos y no aceptaron bajo ninguna circunstancia a una niña.

A regañadientes querían un hermanito, pero ese no era el caso. Nosotros deseábamos una nena, es algo que añoro y que hasta cierto punto necesito, pero antes que todo está el bienestar emocional de mis hijos.

Hay que aclarar que ellos tienen una hermana dos años más grande que mi hijo mayor, sí, eran tres. Pero quienes deciden si separar hermanos o no desgraciadamente no fuimos nosotros, cuando nos llamaron para decirnos que estábamos asignados nos hablaron de dos niños varones y hasta que fuimos a hablar con los psicólogos, horas antes de conocerlos, supimos que había una hermanita mayor que se iba con otra familia.

Conocimos a los papás y a ella, sin embargo la relación nunca fue muy cercana y no por nosotros, que estábamos dispuestos a que los hermanos convivieran y no perdieran el vínculo, aunque aquí hay que destacar que, según nos dijeron, nuestros niños eran inseparables porque siempre habían estado juntos en el lugar donde los dejaron, porque era el área de niños y su hermana, aunque los veía diario, no estaba tan apegada a ellos.

Sin embargo cuando llegaron a casa, recuerdo que hubo días en que mi hijo pequeño lloraba a mares y muy triste porque se acordaba de su hermana.

Sólo convivieron dos meses más: en el cumpleaños de su hermana y en el bautizo de mis hijos, después de eso, se perdió el contacto, los padres de la nena cambiaron el número de teléfono y nos perdimos la pista.

Lamentablemente es cada vez más esporádico cuando habla o se acuerdan de ella, aunque yo sé que está latente y que para ellos no hay otra hermana más que M.

Hablamos con ellas de todas las maneras y siempre fue un NO rotundo a que viniera una nena del DIF y que fuera su hermana, sencillamente no lo aceptaron.

¿Miedo?, ¿celos?, tal vez ambas cosas, la cuestión es que la recomendación de los psicólogos fue que mejor no hiciéramos algo así porque corríamos el riesgo de desestabilizar a los niños y con el trabajo que nos costó llegar a donde ahora estamos.

Además que por nuestra edad la niña ya debería de tener mínimo ocho años, por lo que el acoplamiento tal vez no se diera entre hermanos.

Así que por la salud mental de todos, y con el dolor de mi corazón, seremos una familia de cuatro y jamás sabré lo que es tener una hija con la que compartir muchas cosas, como yo lo hice con mi madre.

Sin embargo, son feliz con mis dos amores, son niños traviesos a más no poder, a veces un tanto desobedientes, pero también con una gran capacidad de amor y, sobre todo, de formar una familia feliz con nosotros.

Son niños que ríen, juegan, sueñan, se pelean y a los dos minutos vuelven a ser los grandes amigos y mejores hermanos, que han crecido mucho y ahora J casi está de mi estatura, en cualquier momento nos veremos a los ojos sin tener que agacharme o él levantar la cabeza.

Ya ayudan en la casa, J hasta a reparar cosas, claro, cosas sencillas, pero ya lo hace. Son muy cariñosos, amantes de la música y la televisión, aunque esa la tienen un tanto restringida. Les gusta leer cuentos, la escuela no tanto, pero como saben que no tienen opción, hacen su mejor esfuerzo aunque sus notas nos sean las de sobresaliente.

Y yo he descubierto que soy feliz, muy feliz desde que soy madre. Me he enfrentado a muchas cosas, consejos no pedidos, críticas injustas, reclamos sin sentido por mi manera de educar, en fin, muchas anécdotas buenas, malas y otras claroscuras, pero de todas me llevo un aprendizaje.

Hoy mi amado J cumple 10 años y aunque su fiesta fue sencilla, ha sido el niño más feliz, porque así lo ha expresado. Mientras que E ya tiene 8 y también es un niño que cada día se identifica más conmigo, sensible, pero con carácter.

No los he parido, pero los amo con todo mi ser, aunque una profesora haya tenido la osadía de decirme que yo jamás iba a saber lo que era ser madre porque no los tuve en mi panza, nunca los sentí moverse y mucho menos el dolor de parirlos.

Cuando me lo dijo no supe si llorar, insultarla o reír. No pasé por todo eso, pero tuve cuatro años de "embarazo" en done las emociones estaban a flor de piel, en donde la montaña rusa fueron los achaques más duros que tendré en mi vida y no tuve el dolor físico de parirlos, pero sí el emocional cuando supe su historia, lo que sufrieron durante los años que estuvieron solos, siendo unos niños, casi bebés, indefensos y expuestos a todos los peligros imaginables.

No tuve el dolor de parto físico, pero sí el emocional cuando veía en su carita cierto rechazo los primeros meses al decirme "mamá", así que a mi no me vengan con cuentos, a estos hijos yo los gesté en mi corazón en un "embarazo" muy largo, los parí con dolor por casi un año a partir de su llegada hasta que me adoptaron como madre y hoy, me siento tan mamá como cualquiera y capaz de defender a sus cachorros como leona.

Los dos. J y E me han hecho vivir lo más dulce de la maternidad, pero también lo más amargo cuando no sé cómo ayudarlos cuando salen a la luz cosas de sus respectivas "mochilas" emocionales, he estado ahí en sus enfermedades, en sus accidentes, sus miedos, pero también en sus juegos, sus risas y dándoles mucho, pero mucho amor, claro sin car en la malcrianza.

Mis hijos son lo mejor de mi vida y doy gracias a Dios, a la vida y a todo lo que sea que haya hecho posible que al menos tres meses mi vida fuera un complemento perfecto porque tuve a mis hijos y a mis padres.

Sin J y E, no creo haber podido aguantar el dolor de la partida de mi papá y mi mamá, a quienes sigo recordando todos los días, pero también me levanto y sigo adelante por esos dos ángeles que tengo y de los que soy responsable.

No hay nada mejor que recibir sus abrazos, sus besos y sus gracias cuando les cocino algo que les gusta, les lavo la ropa y se las dejo oliendo con el aroma que prefieren o cuando hago posible que tengan el juguete que tanto desean.

Así que no tendré una hija, pero sí dos hijos hermosos que son la razón de mi existir.      

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