Desde el principio pidieron un perro, pero por la enfermedad de mis papás, ambos tenían enfisema pulmonar, no se pudo. Se conformaban con los pajaritos que llegaban al jardín y un día me dio entre ternura y un poco de asco cuando en un vaso juntaron varias lombrices, luego de que llovió, y las tenían como "mascotas".
Pasaron los meses y un día, papá decidió hacerles un regalo. Después de mucho pensar qué mascota podrían tener sin que causara mayor problema en la salud de mis padres decidió que fueran unas minitortugas.
Fueron los más felices, les compraron su acuario con palmera incluida y el primo, que es veterinario (o doctor de animales, como le dicen mis hijos), les dio las instrucciones necesarias para que Wall-e y Gwen, así las llamaron, estuvieran bien.
Agua purificada, calcio, mantener limpio el acuario, dejarlas al sol a ratos, darles la comida necesaria y de vez en cuando llevarlas a que les pusieran gotas para las infecciones de los ojos.
Por un tiempo todo marchó de maravilla, hasta que un día Gwen ya no fue la misma, no se movía y de pronto descubrimos que había muerto.
Mi hijo E, lloró como nunca, no quería que la enteráramos y se me partía el corazón para consolarlo. Le tuve que prometer que le haríamos una sepultura en el huerto, con flores y casi hasta con cruz para que no la olvidara.
Como todo niño, el duelo pasó en unas semanas y después ni se acordaba. Por meses no quiso saber NADA de mascotas, tal vez era el dolor que sentía por la partida de Gwen, hasta que un día me pidió que si le compraba un pez.
Le dije que si, pero no le di mucha importancia, ya que lo veía que no tenía mayor interés en los animales, pensé que ya le había pasado esa etapa.
De pronto, no supimos ni como, a nuestro jardín llegaron unas lagartijas que se dejaban ver de vez en cuando en los árboles y tomaban el sol por horas cundo mis niños les daban permiso, porque estaban tan entusiasmados que intentaban atraparlas porque las querían de mascotas.
Un día llegó a tanto, que sin querer mataron a una, y otra vez la lloradera de mi pequeño E., que no soportaba haber sido él quien pisara a la lagartija y haberla matado.
Fue entonces que le prometí su pez. Pasaron unos días y un día fuimos al mercado, él mismo lo escogió: Uno de colores vivos, luego me di cuenta que eran los del "Hombre Araña" uno de sus súper héroes favoritos.
Un pequeño pez azul y rojo, no sé de especies, sólo lo veo pequeño y muy activo. Una pequeña pecera completó el cuadro, además de la comida y las recomendaciones necesarias para sus cuidados.
Está al pendiente de que tenga comida, agua limpia "y sea muy feliz".
El domingo pasado, que fue Día del Padre en México estaba radiante, porque ya tiene "un hijo" y no le importó que no le regalara nada, "porque es un pez", se conformó con que su "hijo" sea feliz.
Hoy fuimos a hacer la compra y mi hijo casi se cae de espaldas cuando se encuentra con unas peceras idénticas a la de Junior, sólo que éstas estaban debidamente adornadas con piedras, plantas y caracolas.
Fue tal su carita de emoción cuando me pidió le comprara la planta y las piedras, porque él ya tenía una caracola que le regaló su hermano "para tener hermosa la pecera de Junior", que no pude negarle nada.
En cuanto llegamos a casa, se puso a ayudarme a guardar todas las cosas y luego llevó la pecera a lavar, no sin antes cuidar a Junior de que no escape y lo pasa a un recipiente con agua limpia.
Le lavé la pecera, las piedras, la caracola y la planta, las acomodé, le puse agua limpia y luego a Junior.
En cuanto el pez cayó a la pecera nadó rápidamente moviendo la cola como si estuviera feliz y mi hijo gritaba y saltaba de alegría.
Le dijo palabras cariñosas como "chiquito hermoso, ¿estás feliz?, te compré todo esto para que tengas una casita muy bonita", me dio risa y una gran satisfacción, porque lo de "chiquito hermoso" se los digo yo a él y a su hermano.
Hoy Wall-e y Junior son los consentidos de la casa, mis niños los cuidan con mucho amor y son felices de tenerlos como mascotas, cada uno se hace responsable del que le corresponde y se ayudan entre sí... la cosa e que ahora a J., le ha entrado el gusto por tener también él un pez.
Al paso que voy, mi casa se convertirá en un acuario, jajajaja, pero no importa, mientras mis dos príncipes sean felices, todo vale la pena.
Por otro lado, el tema de la hermanita no va nada bien, pero eso ya s tema para otro post.
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